Josefina Santa Cruz: «Ser profesor es creer que siempre hay oportunidades para girar el curso del destino»
La decana de Educación compartió, para #HistoriasUDD, su experiencia como profesora en la Escuela Llano Subercaseaux de San Miguel.
#HistoriasUDD
La decana de la Facultad de Educación UDD, Josefina Santa Cruz, compartió para #HistoriasUDD su experiencia como profesora de un tercero básico en la Escuela Llano Subercaseaux de la comuna de San Miguel. Para ella, “formar docentes sin un vínculo con el sistema escolar es como formar médicos sin contacto con el hospital” y por eso quiso estar ahí, en el día a día de un colegio municipal como profesora de Historia para estar conectada con la realidad y poder enriquecer su trabajo en la formación de docentes.
¿Cómo se gestó la posibilidad de enseñar en un colegio?
– Esta escuela es uno de nuestros Centros de Práctica y como Facultad nos interesa profundizar nuestros vínculos de manera bidireccional, es decir, ellos nos ayudan a formar a nuestros alumnos y nosotros los invitamos a nuestros seminarios, charlas y ofrecemos que algunos de nuestros profesores hagan clases en sus salas, incorporando tecnologías y metodologías que sabemos pueden hacer una diferencia cuando el desafío es que todos los niños aprendan.
La asignatura de Historia es un tema difícil para un niño de nueve años, pues está lejos de su vida cotidiana, sin embargo, esta dificultad siempre me ha atraído, ya que pienso que en eso consiste ser profesor: hacer interesante para los alumnos aquello que en principio no lo es. La recompensa es muy superior al esfuerzo, pues si el trabajo estuvo bien hecho, habremos ampliado el mundo de los niños, tendrán en su mente nuevas categorías y referentes para pensar el mundo y pensarse a sí mismos.
¿Qué te motiva de seguir conectada con la enseñanza básica?
– Formar profesores sin un vínculo con el sistema escolar es como formar médicos sin contacto con el hospital: allí están los pacientes y todo lo que los alumnos aprenden tiene sentido porque tienen que atenderlos bien y con toda el alma. Eso mismo pasa con los profesores y educadoras de párvulos, porque no tiene sentido todo lo que aprenden y leen en libros y artículos sobre las últimas investigaciones en temas de aprendizaje de las matemáticas, de la importancia de la lectura en los primeros años o el efecto de un buen profesor en el desarrollo de un niño, si esto no es puesto a prueba y comprendido en el escenario real donde ocurre, o no ocurre.
Aquí, la palabra “todos” es clave. Ser profesor es hoy un trabajo especializado, en mi sala tenía 43 niños y mi objetivo de cada día, era asegurarme que “todos” aprendieran, lo que significa planificar variadas estrategias para enseñar un mismo tema y múltiples maneras de chequear el aprendizaje durante la clase, para poder ir haciendo ajustes a la planificación durante la enseñanza y en las clases siguientes.
¿Hubo momentos difíciles?
– Un día un niño se puso a llorar porque no le di la palabra cuando levantó la mano para participar. Yo sabía que estaba atravesando una situación emocional muy difícil en su casa y le expliqué varias veces que sus compañeros también querían participar. Lloró durante 35 minutos, luego golpeó la mesa sistemáticamente y yo seguí haciendo clases porque me di cuenta que cualquier cosa que hiciera iba a aumentar su llanto y entendía, además, que en realidad lloraba por muchas razones distintas a lo que ocurría en la sala.
Cuando tocó la campana, todos los niños salieron a recreo, pero él se quedó en su puesto. Me acerqué y conversamos abrazados… Esa situación me hizo recordar que, como decía Piaget, la emoción es la otra cara de la cognición, y ser profesor es entender esto antes que ninguna otra cosa.
¿Qué destacas de esta experiencia?
– Comienzo por lo más importante: comprobar que las altas expectativas sobre los alumnos tienen un efecto transformador. Los resultados de la prueba final fueron muy buenos y esa fue la consecuencia de trabajar para que cada minuto de la clase fuese una instancia de aprendizaje. El uso efectivo del tiempo y la capacidad de hacer frente a las miles de demandas que ocurren al mismo tiempo en la sala de clases, fueron un desafío que, debo reconocer, a veces me pareció inabordable.
En esta tarea me apoyó Florencia Camacho, alumna recién egresada de nuestra Facultad, quien me apoyó en la planificación de las clases y dentro de la sala. También destaco a la profesora jefe del tercero básico, Andrea Oliva, que me acompañó con su entusiasmo por aprender, con el asombro ante la novedad y su capacidad para sortear obstáculos.
¿Cómo aplicas tu rol como profesora en tu trabajo de decana de Educación?
– Ser profesor es creer en las infinitas posibilidades de aprendizaje de las personas, en que siempre hay oportunidades para girar el curso del destino, aun en las situaciones más difíciles.
En mi trabajo como decana intento llevar esta mentalidad de que podemos cambiar la vida de un alumno desde la sala de clases y que las posibilidades de aprender comenzaron en la sala cuna y siguen hoy en la Universidad. Nuestros alumnos deben estar expuestos a los mejores profesores y van a llegar a ser los mejores profesores, aquellos que Chile necesita. De eso estoy segura.