Investigadores UDD descubren que pacientes en recuperación de COVID-19 presentan alteraciones del cerebro
Esta es una de las primeras investigaciones que determinó daño estructural por la función de toma de decisiones.
Una nueva investigación del Centro de Investigación en Complejidad Social (CICS) de la Universidad del Desarrollo (UDD), realizada en 73 adultos que se recuperaban de COVID-19, demostró que aquellos que perdieron su sentido del olfato mostraron cambios conductuales, funcionales y estructurales en el cerebro, evidenciando así las implicancias de esta enfermedad, no sólo a nivel respiratorio sino también cerebral y del sistema nervioso central. Los resultados fueron publicados recientemente en la reconocida revista científica, Scientific Reports.
El estudio fue desarrollado por investigadores del Laboratorio de Neurociencia Social y Neuromodulación del CICS de la Facultad de Gobierno UDD, y contó con el apoyo de investigadores de la Clínica Alemana de Santiago, la Pontificia Universidad Católica de Chile, el Hospital Sotero del Río, la Universidad de Concepción y la Universidad San Sebastián.
El equipo utilizó la pérdida de olfato y la necesidad de hospitalización como indicadores de posibles marcadores de compromiso neurológico y gravedad de la enfermedad, respectivamente. Se trabajó con una muestra de 73 pacientes que padecieron COVID-19 de manera leve a moderada, de hospitales públicos y privados en Santiago, con un promedio de 9 meses después del diagnóstico, entre febrero de 2020 y mayo de 2023, con una edad promedio de 40.1 años, y 27 pacientes con otras enfermedades respiratorias y sin evidencia de haber presentado COVID-19.
“Al principio de la pandemia se habló mucho de las posibles repercusiones a nivel cerebral y neurológico. Ha estado en debate si el virus infecta o no al sistema nervioso central, pero si se sabe que lo afecta. No se sabe bien atreves de que mecanismos, lo más probable es que sea mediante vías inflamatorias u otros medios”, enfatizó Pablo Billeke, director del Laboratorio en Neurociencia Social y Neuromodulación del Centro de Investigación en Complejidad Social de la Universidad del Desarrollo (UDD), quien lideró el estudio.
Alejandra Figueroa, una de las primeras autoras del trabajo junto con Leonie Kausel, explicó: “Incorporamos diferentes técnicas de neuroimagen, ya sea de resonancia magnética funcional, electroencefalografía, así como técnicas de modelamiento conductual, evaluaciones neuropsicológicas, de una manera interdisciplinaria para entender estos impactos y repercusiones en el funcionamiento cognitivo cotidiano, y así, encontrar marcadores que nos alertaran de estas posible alteraciones y daños que se pueden haber generado en estos pacientes”.
Usando evaluaciones cognitivas, una tarea de toma de decisiones, pruebas funcionales y resultados de imágenes por resonancia magnética, se pudieron observar diversos cambios en el cerebro.
En el estudio, 22 de los 73 pacientes con COVID-19 (30.1%) reportaron tener diferentes grados de problemas de atención y memoria, mientras que 7 pacientes dijeron que tenían dolores de cabeza, 6 reportaron fatiga, y 4 tuvieron un sentido del olfato persistentemente alterado, con una duración promedio de 1.3 meses. Además de estos cambios, 6 de 43 pacientes que perdieron su capacidad de olfato durante la infección aguda, pudieron identificar como máximo cuatro de seis olores en la prueba olfativa, lo que sugiere una disfunción persistente.
Los grupos de COVID y no-COVID eran similares en edad y rendimiento cognitivo, pero los pacientes con pérdida de olfato durante la infección mostraron más impulsividad y se mostraron más propensos a cambiar su decisión cuando obtenían un resultado negativo al realizar un juego de toma de decisiones mientras que aquellos que fueron hospitalizados mostraron menos pensamiento estratégico y tomaron la misma decisión repetidamente.
En la resonancia magnética realizada durante el juego, la pérdida de olfato se asoció con una disminución de la actividad funcional durante la toma de decisiones, pérdida de la integridad de la sustancia blanca y adelgazamiento de la capa externa del cerebro en las regiones parietales, responsables de procesar la información sensorial, comprender las relaciones espaciales y cómo navegar.
“Solo seis pacientes presentaron indicadores de déficit olfativo persistente; por lo tanto, nuestros resultados no se deben a un déficit actual», destacó Alejandra Figueroa, agregando que «por lo tanto, la anosmia (pérdida de olfato) podría servir tanto como un posible marcador de daño inducido por el virus en los tejidos neuronales, como un marcador de personas susceptibles a daño cerebral”.
El objetivo del laboratorio no sólo es investigar las repercusiones del COVID-19 sino también ofrecer soluciones a la población que se afectó por esta enfermedad, por lo que Alejandra Figueroa mencionó que ellos quieren “tratar de entender a los pacientes que se estaban dañando y cómo se estaba llevando este proceso, y con ese conocimiento generar estrategias de intervención o tratamiento que tuvieran un impacto positivo en su funcionamiento y en su calidad de vida”.
Pablo Billeke agregó que “queremos hacer un seguimiento de varios años, eso dependerá de los recursos, pero es importante hacer seguimiento, saber qué les pasa a esos pacientes en 5 años más. Ya hay antecedentes de otras enfermedades, por lo que creemos que pueden haber repercusiones en el estado de salud cerebral de las personas a largo plazo”.